Hacer dieta, factor de riesgo para la salud mental

Algo que puede empezar con la intención de perder peso exclusivamente, puede comprometer notablemente nuestra salud emocional y hasta desencadenar en un trastorno de la conducta alimentaria. Si ya de por sí las dietas son perjudiciales para la salud física, por el efecto rebote y subidas y bajadas constantes de peso, a nivel emocional aún son mucho peor.

¿Qué relación tiene el querer perder peso con la salud mental?

A lo largo de estos años tratando con personas, puedo decir que existe una relación bidireccional entre ambas. 

Está quien se encuentra convencido de que al perder peso mejorará su autoestima, se sentirá mejor con él mismo y, gran parte de sus problemas desaparecerán con ello. Sin embargo, claramente existen comportamientos que requieren de una ayuda psicológica y que no se pueden arreglar con un cambio en la alimentación. Mucho menos con la pérdida de peso. Pero se tiende a recurrir a una dieta para así tener cierto “control” o creer tenerlo.

Entre estas personas, me he encontrado con quienes manejaban a través de la comida emociones, siendo esta una de las causas por las que se encontraban con un exceso de grasa. Estrés, ansiedad que nadie nos ha enseñado a gestionar, se pretenden calmar con la comida. Y no sirve cualquiera. Sino que nuestro sistema de recompensa está relacionado con el consumo de alimentos que poseen un alto grado de procesamiento, ricos en azúcares añadidos, sal y grasas refinadas: bollería, bombones, chocolate, fritos, etc.

Por ese mismo motivo, si la persona quiere perder peso, lo primero que tiene que considerar ante esta situación es la ayuda psicológica. Pudiéndose compaginar con la ayuda del nutricionista para que así cuente con herramientas de ambas ramas sanitarias que le ayuden a gestionar de diferentes formas las emociones y saber elegir alimentos y proporciones para disfrutar a la vez que queda saciado.

Por otro lado, y también pudiendo ocurrir de forma simultánea, no es casualidad que estas personas, en algún momento o varios de su vida, hayan seguido diferentes dietas. Dietas restrictivas, con muy bajo aporte calórico, en donde han pasado hambre y han ido desarrollando multitud de creencias y mitos, considerado alimentos buenos y malos o permitidos y prohibidos. 

Tener que fijar un salto de dieta es algo que pone en riesgo la salud emocional. ¿Y por qué digo esto? Normalmente este día se lleva a cabo para tratar de sobrellevar el esfuerzo que se realiza durante el resto de la semana (pasar hambre, restricción, alimentos prohibidos). Se espera de forma ansiada, ocasionando una pérdida del control en la cantidad de alimentos que se ingieren, normalmente aquellos que no se pueden consumir durante la semana, y además sentimientos de culpa y remordimientos que hacen que los días posteriores sean aún más restrictivos.

Con el paso del tiempo, estos comportamientos son insostenibles, por ello mismo las dietas no funcionan. Pero la cosa no queda aquí, no se termina la dieta, se vuelven a los antiguos hábitos y se recupera de peso para dentro de un tiempo retomar otra dieta. Tiene como consecuencia, una pérdida de autoestima y confianza en uno mismo, por pensar que se ha fracasado y que no sirve para perder peso. Ojo, que la culpa de esto no la tiene uno. El fracaso es la dieta, no la persona. Nadie puede mantener en el tiempo esas recomendaciones.

Dietas y trastornos de la conducta alimentaria

Sin alejarnos mucho de lo anterior, cuando tiene lugar ese remordimiento y sentimiento de culpa por haber comido algo fuera de lo permitido o en exceso, pueden comenzar a llevarse a cabo conductas compensatorias, que no siempre tienen que tener un diagnóstico de TCA pero que sí van por el camino. Por ejemplo, aumentar la actividad física de forma intencionada incrementando el número de horas que se acude al gimnasio, a pesar de estar cansado o llevando a cabo un mayor control con la cantidad de comida, intentado reducir en cada una de ellas con el fin de disminuir las calorías ingeridas.

Restringir o prohibir alimentos, solo hace despertar un mayor interés por ellos. Cuando llega ese momento, en un salto de dieta fijado, en un día considerado “libre” o en un evento familiar/social, y tenemos delante esos alimentos, no es cuestión de fuerza de voluntad: va a tener lugar un descontrol.

El pasar hambre de forma constante. El ser “comprometido” con una dieta con la finalidad de perder peso, nos hace ignorar señales de hambre de forma constante. Esta señal está igualmente conectada con la de saciedad, por lo que cuando ignoramos una de ellas, ambas dejan de funcionar correctamente. Dicho en otras palabras, hacer dieta provoca una pérdida de saciedad. Si a esto le sumamos esa pérdida de control cuando tenemos a nuestro alcance alimentos considerados “prohibidos”, hay una probabilidad muy elevada de acabar desarrollando un trastorno de la conducta alimentaria por compensación.

Comentarios sobre el físico y salud mental

Aprovechando que es el Día Mundial de la Salud Mental, vamos a intentar guardarnos nuestra opinión acerca de cualquier cuerpo. Tanto comentarios positivos como negativos. No suman, solo pueden hacer lo contrario.

A la persona que has visto que ha aumentado de peso, no hace falta que se lo recuerdes. Y digo recordar porque ella sabe muy bien si su físico ha cambiado o no. En casa tiene espejos. Comentarios como: “deberías cuidarte o ponerte a dieta”, solo van a ocasionar dolor. No todo es cuestión de fuerza de voluntad. Engordar o adelgazar no solo es cuestión de comer o moverse más o menos. Hay muchos factores que influyen. 

La persona que acude a una cadena de comida rápida a comer sabe muy bien que no le beneficia en su salud, pero lo hace por el motivo que sea.

Igualmente, comentarios “positivos” como: “Te veo mejor, has adelgazado” pueden retroalimentar las conductas empleadas hasta ahora de quien ha bajado de peso. Puede ser una dieta insostenible, puede ser también ser un TCA.

En conclusión, las dietas, que todas son restrictivas, además de estar condenadas al fracaso suponen un daño muy importante en la salud emocional de quienes las hacen. Se puede perder peso sin perder salud aprendiendo a comer.

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